domingo, 23 de noviembre de 2014

El Burlador de Sevilla y convidado de piedra

Por: Javiera Victoria Navarro Romero

El Burlador de Sevilla y convidado de piedra es una obra de teatro publicada aproximadamente en 1630, atribuida tradicionalmente a Tirso de Molina, seudónimo del fray Gabriel Téllez, quien destacó como dramaturgo, poeta y narrador español durante la época barroca. Se considera que esta obra es la primera en recoger el mito de Don Juan, aunque podemos encontrar un antecedente inmediato, una obra representada por la compañía de Jerónimo Sánchez en Córdoba en 1617, que tiene por título Tan largo me lo fiais, una de las frases más solemnes de este famosísimo personaje y que hace pensar que es la misma obra. La diferencia entre la fecha de publicación y la de representación, posiblemente se deba a que las obras de teatro solían ser actuadas primero como ‘prueba’, para ver si serían un éxito o un fracaso, y dependiendo de la aceptación y crítica del público, es que se realizaba su versión escrita. El Burlador de Sevilla no sería la primera obra en la que ocurriría esto, así igual fue con Romeo y Julieta, por ejemplo.
            En el presente trabajo, expondré por qué Don Juan se convirtió en un arquetipo universal, como producto del imaginario colectivo de la humanidad, de acuerdo a la teoría del imaginario de Jung y Durand.
             El autor de El Burlador de Sevilla fue un hombre de origen humilde que vivió su vida con pocos sobresaltos y estridencias. Ingresó muy joven en el convento madrileño de la Merced, para profesar un año después en el de Guadalajara. Desde este momento, su vida irá ligada a los designios de sus superiores, cuyos dictados Tirso cumplió siempre.
            En este período los presupuestos esenciales de la cultura española más representativos, según dice Ugalde (1990), son el libre albedrío, la razón, la existencia de Dios, su Providencia y la inmortalidad del alma, aunque no se haga siempre su debido énfasis en esto. Así, podemos decir que Tirso de Molina fue un autor comprometido con el Barroco, pues sus obras aspiraban no solo a entretener, sino a cumplir una función moralizadora, pues para el fray debe haber sido insensato que alguien perseverase en el mal arriesgando absurdamente su salvación eterna. Su único conflicto en su vida, quizás, fue la malinterpretación de su humor sagaz por parte de la Junta de Reformación de las costumbres que en 1625  lo atacó por dedicarse a escribir «comedias profanas y de malos incentivos», obligándolo a irse fuera de la corte. Sin embargo, esto no afecto el espíritu del fraile en su escritura de comedias, pues como él mismo llega a declarar escribió cerca de cuatrocientas, aunque solo nos han llegado cerca de unas sesenta.
            El Burlador de Sevilla es uno de sus teatros más conocido, al ser una de las obras claves en cuando a la instauración de uno de los arquetipos más famosos de la literatura, el Don Juan. En esta obra, vemos como el burlesco y carismático Don Juan Tenorio constantemente coquetea con varias mujeres y les falta el respeto tanto a ellas como a los hombres (padres y parejas) que las rodean, con su forma libertina y arriesgada de vivir. Es egocéntrico y se burla a su manera, incluso, de Dios, pues confía plenamente en su misericordia, pero quiere aplazar lo más posible su conversión y el perdón de sus pecados, para poder seguir cometiéndolos, de allí su célebre frase “tan largo me lo fiais”

El Arquetipo del Don Juan

Según C. Jung para poder entender qué es un arquetipo, debemos remitirnos a lo que se conoce como el inconsciente colectivo o imaginario colectivo, que es el museo de todas las imágenes posibles dentro del potencial del imaginario. Durand denominaba a este potencial como “las estructuras antropológicas del imaginario”, que nacían en sí de tres reflejos dominantes del ser humano (posicional, nutricional y sexual). Y aunque en el presente ensayo esto no es algo que nos atañe, quisiera regresarme a hablar un poco sobre la teoría de Durand del imaginario, y decir qué es lo que el francés decía que era un arquetipo.
            Para Gilbert Durand, la imagen es una representación mental del mundo sensible e inteligible, las cuales dividimos en sensibles y simbólicas. Las primeras son la representación mental que re-produce y re-presenta lo que nuestros órganos sensitivos captan del mundo exterior, porque nunca nos apoderamos del objeto real en nuestro imaginario. Esta capacidad, nos permite trans-formar y de-formar la imagen, para dotarla de una re-significación, al mezclarla con otros significados o experiencias y relaciones que tengamos ya en nuestra mente y es lo que podríamos llamar “imagen simbólica”.
            La imagen simbólica nos lleva a reflexionar sobre la dimensión mecánica del símbolo: del esquema, el arquetipo y la imagen arquetipo. Haré énfasis, únicamente en el concepto de este último que es el que necesito para el presente trabajo.
Tanto para Jung como Durand, como Platón ya lo decía, el arquetipo es un modelo eterno y perfecto del mundo sensible. Para Jung, el inconsciente de cada uno de nosotros tiene su primer referente, su modelo básico, en un inconsciente colectivo, hereditario, común y constitutivo de la naturaleza humana. Es por esto, que los arquetipos –que se repiten en los mitos, cuento, leyendas, religiones, sueños y patologías de la mente- son manifestaciones de este inconsciente colectivo. Durand diría “… el arquetipo es una forma dinámica, una estructura organizadora de las imágenes, pero que desborda siempre las concreciones individuales, geográficas, regionales y sociales de la formación de las imágenes” y las desborda precisamente gracias a su carácter colectivo e innato.
            Hay críticos que creen que el Don Juan es una figura auténticamente española, sin embargo podemos encontrar arquetipos de Don Juan en el mundo árabe, con Imru al-Qays y desde que se hizo popular, en todas partes del mundo. Al ser una figura arquetípica, como se mencionó anteriormente, podemos decir que se reproduce por todo el mundo, al ser parte de un inherente humano, que es lo que provoca esta conexión con sus lectores, el reconocerlo con esa viveza y que pasé a la historia como un “canon”.
            El personaje de Don Juan actúa como un engañador muy diestro que utiliza toda clase de tretas para burlarse de todos: hombres y mujeres, como mencioné, manteniéndose como un nómada por su condición, pues su mala fama le obliga a ir moviéndose de un lado a otro. Se le compara con el diablo por su simbolismo de tentación y su fascinación por la noche, que es en donde el personaje mejor se mueve.
            Es un hombre que se ensaña contra el mundo social, es orgulloso, hipócrita, soberbio, temerario, abusivo y con el poder de la riqueza que le da su nombre. Sin embargo, quizás pecando de inocente, no podría considerar a Don Juan como un ser maligno, pues lo vemos varias veces realizando algunos actos piadosos, como lo es el ayudar a su sirviente o intentar cumplir con su palabra de ‘honor’, cuando uno podría llegar a preguntarse por qué habría de cuidar su palabra, siendo que mancilla una y otra y otra vez su honor y el de las mujeres con las que se involucra. Esta “humanidad” en el Don Juan es la que lo hacen ser un arquetipo. Cuántos no hemos conocido a gente como Don Juan, o leído en diversos libros de literatura personajes que perpetuasen este tipo de persona, juguetona e indolente ante las demás personas, caprichosas y egocéntricas, que si bien no desean el mal ajeno ni son negativas en sí, causan daño en su inmadurez e incapacidad de amoldarse a las normas sociales de su entorno.
            El Don Juan es más que simplemente aquel joven de alcurnia mujeriego, sino que es este joven anti-sociedad, juguetón e indolente, que cree que con su carisma incluso podrá salvarse del castigo divino, que en la obra de Tirso de Molina, le llega de una manera sobrenatural, por manos del hombre que el propio protagonista asesinó.
            Esto dota al Don Juan de un carácter trágico, pues su exacerbado egocentrismo de nada le sirve. Es un ciego y sordo, a señales, consejos o avisos que le realicen personas aledañas a él que podrían preocuparse por su bienestar, como lo es en la obra el caso del tío del Burlador o Catalinón. Pero el ego del arquetipo de Don Juan no le permite oír a otros, siempre burlón y seguro de sí mismo y su buena fortuna, pensando que Dios o la vida, siempre va a fiarle o darle buena fortuna, y que cuando ya esté viejo –quizás-, es cuando frenará y pedirá perdón, con una inconsciencia y falta de convicción latente. Posiblemente, esto es lo que Tirso quiso representar al darle aquel final, para dar una llamada de urgencia a un replanteamiento moral de todos aquellos “Don Juanes”.
            Pero como bien dicen Durand y Jung, un arquetipo no nace únicamente porque una obra esté bien escrita o le guste mucho al público, sino que estos sobresalen y se consolidan, gracias a repeticiones u obras, pero son una parte ya de la sociedad en sí, algo que siempre ha estado ahí latente, esperando salir a la luz. No es coincidencia que el Quijote, Madam Bovary, la Celestina o Lolita se hayan convertido en arquetipos literarios. Los personajes arquetípicos son aquellos con los que el público puede fácilmente identificarse o reconocer al pertenecer a su realidad.







RECURSOS:

DURAND, G. (2003) De la mitocrítica al mitoanálisis, figura míticas y aspectos de la obra. Madrid; Siglo XXI
GUTIÉRREZ, Fátima (2012) Mitocrítica: naturaleza, función, teoría y práctica. España: Milenio.
KARSIAN, Gayané. El arquetipo de Don Juan y el teatro del 98: los Machado, Valle-Inclán y Unamuno. Universidad Estatal Lomonosov de Moscú. Disponible desde: http://hispanismo.cervantes.es/documentos/karsian.pdf
MOLINA, Tirso de (2005) El vergonzoso en palacio. El condenado por desconfiado. El burlador de Sevilla. La prudencia en la mujer; prólogo Juana de Ontañón. México, D.F: Porrúa.
RHODES, Elizabeth (Mar., 2002). Gender and the Monstrous in "El burlador de Sevilla". Hispanic Issue, Vol. 117, No. 2, pp. 267-285. Disponible desde: http://www.jstor.org/stable/3251654

UGALDE C., Victoriano. (1990) El burlador de Sevilla o la dramatización barroca de Don Juan. McGill University. Centro Virtual Cervantes. Disponible desde: http://cvc.cervantes.es/literatura/aiso/pdf/02/aiso_2_2_058.pdf 

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