lunes, 24 de noviembre de 2014

La conciencia literaria y social de José Cadalso


Es inevitable para mí hablar de la obra de José Cadalso sin antes pensar en Miguel de Cervantes y, particularmente, en la obra que éste legó a la literatura española. Digo esto, porque parece una regla que los autores más importantes de la literatura en español a partir del siglo XVII, han sido influidos, de una u otra forma, por el Quijote (también por otras obras del Siglo de Oro, pero sobre todo por el Quijote). Son muchas las herencias que el mundo hispano debe al Quijote: el lenguaje, los personajes, la intertextualidad… Pero la mayor influencia, y esto es lo más impresionante, son todas las cualidades técnicas que Cervantes inventó en el siglo XVII (y que probablemente ya había tramado desde el XVI) y que han sido aplicadas y reconocidos como “modernas” en la literatura de nuestro tiempo.
Uno de los frentes en los que Cervantes participó, a propósito de la generación de nuevas formas de narrar, se encuentra en sus Novelas ejemplares, que fueron un paso hacia las llamadas “novelas cortas” en España, o las denominadas nouvelles en Francia. Este género anfibio, se traslada en un sitio intermedio entre el cuento y la novela, y es actualmente muy socorrido entre los autores. Por ejemplo, en México, uno de sus grandes representantes es Juan García Ponce, quien publicó un volumen en Alfaguara llamado, precisamente, Novelas breves.
En su Manual de Literatura Española, editado en 1981, Felipe Pedraza y Milagros Rodríguez se pronuncian también en favor la influencia técnica que ejerció Cervantes a partir de la publicación del Quijote.

“La lección del Quijote se aprendió parcialmente en el siglo XVII. Bajo la apariencia de una narración al alcance de todo el mundo, se agazapaban infinitas novedades técnicas, se adensaba el concepto de verosimilitud, que ya nada tenía que ver con las simplistas nociones del decoro (…)”

A pesar de pertenecer a la misma generación de Lope y de Quevedo, entre muchos otros, la experimentación que Cervantes se permitió no tuvo comparativo, y puede considerarse como un evento único en nuestra historia literaria.
Su obra fue, sin embargo, muy criticada por los hombres de su tiempo, quienes la consideraban como apenas un divertimento, algo que “cualquiera podría escribir”. Y estas palabras fueron llevadas a la práctica por tantos autores, y surgieron tantas versiones de las aventuras de don Alonso Quijano, que el propio Cervantes se vio obligado a escribir una segunda parte, que lo declarara para siempre como el único y auténtico autor de la obra original.
Una de las aportaciones técnicas que rescato del autor, fue el juego que hizo con la autoría de su obra maestra. Mientras que en la vida real Cervantes luchó porque la gente lo reconociera como el autor del Best seller español, en la literatura disfrazó su autoría, diciendo que él meramente “traducía” la obra de un árabe llamado Cide Hamete Benenjeli. La idea de Cervantes era convencer a los lectores de que la obra es una recreación de algo ya existente y, de esta manera, se favorece el mito de estar ante un texto místico, de un pasado remoto.
Esta fascinante técnica narrativa, ha sido emulada por muchos autores en nuestros días. El que más resalta quizás sea Gabriel García Márquez, quien escribe en Cien años de soledad con el supuesto de estar narrando una historia que Melquíades (uno de sus personajes) llevaba escrita en un pergamino casi desde el principio de la novela. También Jorge Luis Borges gusta de hacer estos juegos de espejos encontrados, estos laberintos que son una constante definitoria de toda su obra, como podemos observar en textos como “Pierre Ménard. Autor del Quijote”. En el siglo XIX español, la influencia no pasó desapercibida, sino que fue rescatada por José Cadalso, uno de los mayores representantes de la literatura de esta época.  
Nacido en Cádiz en 1741, Cadalso dedicó gran parte de su vida a escribir sátiras en contra del sistema social español. El trabajo de su padre lo hizo vivir como un huérfano, aunque después lo llevó a viajar por muchas partes del mundo. Esta actitud cosmopolita hizo que Cadalso se viera envuelto en los grandes círculos culturales de la Europa del siglo XVIII.
Sus Cartas marruecas surgen debido, precisamente, a esta visión particular del mundo, que lo llevó a ver con ojos cosmopolitas a la sociedad española. Cadalso no tiene mucha piedad con su tierra, cuando arremete contra ella en sus cartas, criticando a las cortes, a la aristocracia, e incluso a la ocupación de la nueva corona (la borbona) de las tierras americanas. Se dice que escribió las Cartas en algún punto de 1773, mientras vivía en Salamanca. Lo cierto es que el contenido de las mismas evidencia que ya las había tramado a lo largo de mucho tiempo.
Al igual que Cervantes, Cadalso eligió a un árabe como el autor original de las Cartas marruecas. No sólo eso, sino que en el prólogo de las mismas declara que él no es el autor, sino que las encontró entre las cosas de un hombre muerto. Como antes hemos visto, este acto emparenta al español con su coterráneo Cervantes, y es un evidente homenaje a la obra de éste último. El Cide Hamete de Cadalso se llama Gazel, y es un agente diplomático de un país árabe que le escribe a su amigo Ben-Beley acerca de las cosas que le maravillan y le preocupan de la sociedad española. Respecto a esto, la carta X es una notable crítica a la hipocresía europea con respecto al tema de la poligamia:

La poligamia entre nosotros está no sólo autorizada por el gobierno, sino mandada expresamente por la religión. Entre estos europeos, la religión la prohíbe y la tolera la pública costumbre. Esto te parecerá extraño; no me lo pareció menos (…)

Cadalso da cuenta de la comparación que hace el inteligente Gazel, y de cómo presenta la doble moral española que, al tiempo que castiga legalmente al infiel, lo protege socialmente por “pública costumbre”.
Del mismo modo, Cadalso se burla de algunas costumbres españolas, como las correspondientes a la heredad de la nobleza. En la Carta XII, cuenta una historia muy interesante en este aspecto:

Pocos días ha, pregunté si estaba el coche pronto, pues mi amigo Nuño estaba malo y yo quería visitarle. Me dijeron que no. Al cabo de media hora, hice igual pregunta, y hallé igual respuesta. Pasada otra media, pregunté, y me respondieron lo propio, y de allí a poco me dijeron que el coche estaba puesto, pero que el cochero estaba ocupado. Indagué la ocupación al bajar las escaleras, y él mismo me desengañó, saliéndome al encuentro y diciéndome: -Aunque soy cochero, soy noble. Han venido unos vasallos míos y me han querido besar la mano para llevar este consuelo a sus casas; con que por eso me he detenido, pero ya despaché. ¿Adónde vamos? Y al decir esto, montó en la mula y arrimó el coche.

No es de sorprender que Cadalso, después de hacer estas acusaciones tan serias a su propia sociedad, tuviera que presentar las cartas como la obra de “otro autor ya fallecido”, e incluso extranjero, pues podemos fácilmente imaginarnos los problemas que podrían haberle traído al autor. Las cartas, publicadas en 1789 en El Correo de Madrid, generan el mismo efecto que el Quijote: dado que pertenecen a un autor que ya ha fallecido, producen un halo de magia y misticismo a su alrededor, y liberan a Cadalso de cualquier responsabilidad sobre su contenido.
La obra de Cadalso nos muestra que el autor era una persona culta, preparada y con un agudo sentido de su responsabilidad social. Un hombre que tuvo conciencia literaria, pues sabía bien qué influencia había recibido de otros autores, y conciencia social, pues no se permitió no criticar a los problemas que aquejaban a su sociedad.
Su biografía, cargada de viajes y destierros, nos habla también de un hombre que fue un extranjero en su tiempo, lo que podría ayudarnos a explicar su mirada crítica “externa” de su propia gente. Es una suerte que su obra haya llegado a nuestros tiempos, pues nos muestra, sobre todo ahora en México, que una mirada inteligente siempre será capaz de hablar acerca de lo que está mal en un país, sin importar cuántas voces quieran callar esta crítica.



Bibliografía

·       Cadalso, José (1793). Cartas Marruecas. Edición digital a partir del manuscrito de la Real Academia de la Historia, Sala 9, Segundo Armario de Códices, 122, ff. 1-165 y cotejada con las ediciones críticas de Joaquín Arce (Madrid, Cátedra, 1983, 7ª ed.) y Emilio Martínez Mata (Barcelona, Crítica, 2000.)
·       Froldi, R. (sf). “Apuntaciones sobre el pensamiento de Cadalso”, obtenido de la web el 10 de noviembre de 2014, en la siguiente dirección:

·       Pedraza F., Rodríguez M. (1981). Manual de Literatura Española. España: Cénit. 

·       Aquí les dejo mi trabajo, espero sea de su agrado. Sandra Ruiz J

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