La conciencia literaria y social de José Cadalso
Es inevitable para mí hablar de la obra de José
Cadalso sin antes pensar en Miguel de Cervantes y, particularmente, en la obra
que éste legó a la literatura española. Digo esto, porque parece una regla que
los autores más importantes de la literatura en español a partir del siglo
XVII, han sido influidos, de una u otra forma, por el Quijote (también por otras obras del Siglo de Oro, pero sobre todo
por el Quijote). Son muchas las
herencias que el mundo hispano debe al Quijote:
el lenguaje, los personajes, la intertextualidad… Pero la mayor influencia, y
esto es lo más impresionante, son todas las cualidades técnicas que Cervantes
inventó en el siglo XVII (y que probablemente ya había tramado desde el XVI) y
que han sido aplicadas y reconocidos como “modernas” en la literatura de
nuestro tiempo.
Uno de los frentes en
los que Cervantes participó, a propósito de la generación de nuevas formas de
narrar, se encuentra en sus Novelas
ejemplares, que fueron un paso hacia las llamadas “novelas cortas” en
España, o las denominadas nouvelles
en Francia. Este género anfibio, se traslada en un sitio intermedio entre el
cuento y la novela, y es actualmente muy socorrido entre los autores. Por
ejemplo, en México, uno de sus grandes representantes es Juan García Ponce,
quien publicó un volumen en Alfaguara llamado, precisamente, Novelas breves.
En su Manual de Literatura Española, editado
en 1981, Felipe Pedraza y Milagros Rodríguez se pronuncian también en favor la
influencia técnica que ejerció Cervantes a partir de la publicación del Quijote.
“La
lección del Quijote se aprendió
parcialmente en el siglo XVII. Bajo la apariencia de una narración al alcance
de todo el mundo, se agazapaban infinitas novedades técnicas, se adensaba el
concepto de verosimilitud, que ya nada tenía que ver con las simplistas
nociones del decoro (…)”
A pesar de pertenecer a la misma generación de Lope
y de Quevedo, entre muchos otros, la experimentación que Cervantes se permitió
no tuvo comparativo, y puede considerarse como un evento único en nuestra
historia literaria.
Su obra fue, sin
embargo, muy criticada por los hombres de su tiempo, quienes la consideraban
como apenas un divertimento, algo que “cualquiera podría escribir”. Y estas
palabras fueron llevadas a la práctica por tantos autores, y surgieron tantas
versiones de las aventuras de don Alonso Quijano, que el propio Cervantes se
vio obligado a escribir una segunda parte, que lo declarara para siempre como
el único y auténtico autor de la obra original.
Una de las
aportaciones técnicas que rescato del autor, fue el juego que hizo con la autoría de su obra maestra. Mientras que
en la vida real Cervantes luchó porque la gente lo reconociera como el autor
del Best seller español, en la
literatura disfrazó su autoría, diciendo que él meramente “traducía” la obra de
un árabe llamado Cide Hamete Benenjeli. La idea de Cervantes era convencer a
los lectores de que la obra es una recreación de algo ya existente y, de esta
manera, se favorece el mito de estar ante un texto místico, de un pasado
remoto.
Esta fascinante
técnica narrativa, ha sido emulada por muchos autores en nuestros días. El que
más resalta quizás sea Gabriel García Márquez, quien escribe en Cien años de soledad con el supuesto de
estar narrando una historia que Melquíades (uno de sus personajes) llevaba
escrita en un pergamino casi desde el principio de la novela. También Jorge
Luis Borges gusta de hacer estos juegos de espejos encontrados, estos
laberintos que son una constante definitoria de toda su obra, como podemos
observar en textos como “Pierre Ménard. Autor del Quijote”. En el siglo XIX
español, la influencia no pasó desapercibida, sino que fue rescatada por José
Cadalso, uno de los mayores representantes de la literatura de esta época.
Nacido en Cádiz en
1741, Cadalso dedicó gran parte de su vida a escribir sátiras en contra del
sistema social español. El trabajo de su padre lo hizo vivir como un huérfano,
aunque después lo llevó a viajar por muchas partes del mundo. Esta actitud
cosmopolita hizo que Cadalso se viera envuelto en los grandes círculos
culturales de la Europa del siglo XVIII.
Sus Cartas marruecas surgen debido,
precisamente, a esta visión particular del mundo, que lo llevó a ver con ojos cosmopolitas
a la sociedad española. Cadalso no tiene mucha piedad con su tierra, cuando
arremete contra ella en sus cartas, criticando a las cortes, a la aristocracia,
e incluso a la ocupación de la nueva corona (la borbona) de las tierras
americanas. Se dice que escribió las Cartas
en algún punto de 1773, mientras vivía en Salamanca. Lo cierto es que el
contenido de las mismas evidencia que ya las había tramado a lo largo de mucho
tiempo.
Al igual que
Cervantes, Cadalso eligió a un árabe como el autor original de las Cartas marruecas. No sólo eso, sino que
en el prólogo de las mismas declara que él no es el autor, sino que las
encontró entre las cosas de un hombre muerto. Como antes hemos visto, este acto
emparenta al español con su coterráneo Cervantes, y es un evidente homenaje a
la obra de éste último. El Cide Hamete de Cadalso se llama Gazel, y es un
agente diplomático de un país árabe que le escribe a su amigo Ben-Beley acerca
de las cosas que le maravillan y le preocupan de la sociedad española. Respecto
a esto, la carta X es una notable crítica a la hipocresía europea con respecto
al tema de la poligamia:
La
poligamia entre nosotros está no sólo autorizada por el gobierno, sino mandada
expresamente por la religión. Entre estos europeos, la religión la prohíbe y la
tolera la pública costumbre. Esto te parecerá extraño; no me lo pareció menos
(…)
Cadalso da cuenta de la comparación que hace el
inteligente Gazel, y de cómo presenta la doble moral española que, al tiempo
que castiga legalmente al infiel, lo protege socialmente por “pública
costumbre”.
Del mismo modo, Cadalso se burla de algunas costumbres
españolas, como las correspondientes a la heredad de la nobleza. En la Carta
XII, cuenta una historia muy interesante en este aspecto:
Pocos
días ha, pregunté si estaba el coche pronto, pues mi amigo Nuño estaba malo y
yo quería visitarle. Me dijeron que no. Al cabo de media hora, hice igual
pregunta, y hallé igual respuesta. Pasada otra media, pregunté, y me
respondieron lo propio, y de allí a poco me dijeron que el coche estaba puesto,
pero que el cochero estaba ocupado. Indagué la ocupación al bajar las
escaleras, y él mismo me desengañó, saliéndome al encuentro y diciéndome:
-Aunque soy cochero, soy noble. Han venido unos vasallos míos y me han querido
besar la mano para llevar este consuelo a sus casas; con que por eso me he
detenido, pero ya despaché. ¿Adónde vamos? Y al decir esto, montó en la mula y
arrimó el coche.
No es de sorprender que Cadalso, después de hacer estas
acusaciones tan serias a su propia sociedad, tuviera que presentar las cartas
como la obra de “otro autor ya fallecido”, e incluso extranjero, pues podemos
fácilmente imaginarnos los problemas que podrían haberle traído al autor. Las
cartas, publicadas en 1789 en El Correo
de Madrid, generan el mismo efecto que el Quijote: dado que pertenecen a un autor que ya ha fallecido,
producen un halo de magia y misticismo a su alrededor, y liberan a Cadalso de
cualquier responsabilidad sobre su contenido.
La obra de Cadalso
nos muestra que el autor era una persona culta, preparada y con un agudo
sentido de su responsabilidad social. Un hombre que tuvo conciencia literaria,
pues sabía bien qué influencia había recibido de otros autores, y conciencia
social, pues no se permitió no criticar a los problemas que aquejaban a su
sociedad.
Su biografía, cargada
de viajes y destierros, nos habla también de un hombre que fue un extranjero en
su tiempo, lo que podría ayudarnos a explicar su mirada crítica “externa” de su
propia gente. Es una suerte que su obra haya llegado a nuestros tiempos, pues
nos muestra, sobre todo ahora en México, que una mirada inteligente siempre
será capaz de hablar acerca de lo que está mal en un país, sin importar cuántas
voces quieran callar esta crítica.
Bibliografía
·
Cadalso, José (1793). Cartas Marruecas. Edición digital a partir del manuscrito de la
Real Academia de la Historia, Sala 9, Segundo Armario de Códices,
122, ff. 1-165 y cotejada con las ediciones críticas de Joaquín Arce (Madrid,
Cátedra, 1983, 7ª ed.) y Emilio Martínez Mata (Barcelona, Crítica, 2000.)
·
Froldi, R. (sf). “Apuntaciones sobre el
pensamiento de Cadalso”, obtenido de la web el 10 de noviembre de 2014, en la
siguiente dirección:
·
Pedraza F., Rodríguez M.
(1981). Manual de Literatura Española. España: Cénit.
·
Aquí les dejo mi trabajo,
espero sea de su agrado. Sandra Ruiz J
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