Noches Lúgubres, un texto revolucionario y
anticipatorio
Javiera Victoria Navarro Romero
La obra de José Cadalso, Noches Lúgubres, fue publicada entre
diciembre de 1789 y enero de 1780 por entregas dentro del Correo de Madrid. La historia relata, a grandes rasgos, tres noches
en las cuales Tediato intenta exhumar a la amada con el propósito de llevarla a
casa y quemarse vivo junto con ella. En esta época, lo que caracterizaba a sus
obras literarias era el tenor neoclasicista que traía la ilustración. Lo que
predominaba era la razón, obras que tuvieran un fin didáctico-moral, con un
lenguaje depurado, que desterraban los términos familiares o pintorescos,
inclusive en géneros como la poesía, buscando la mayor sencillez y claridad en
el lenguaje.
El
objetivo de este trabajo, consiste en demostrar la pertenencia de esta obra
como texto revolucionario y anticipatorio del romanticismo. Hay muchas
características dentro de la obra que han hecho que sea considerada como tal,
como lo es la presencia del individualismo, la falta de enseñanza para el
lector y el tan conocido tópico de la noche como espacio intimista, por lo cual
encajarla dentro de la literatura neoclasicista de su época sería un error y
eso es innegable.
Un brote romántico en la flor neoclásica
Noche
lúgubres
se encaja dentro de una clasificación denominada “racionalismo sentimental”, que engloba las ideas propias del
neoclasicismo pero enfocada y amalgamada con tendencias sentimentales, que más
adelante se conocerían como propias del romanticismo. Es una obra que nos
presenta una unión entre la razón y los sentimientos que en apariencia, suelen
considerarse inmiscibles. Pero para poder afirmar esto, primero es necesario
reconocer aquellos elementos considerados comúnmente como románticos y comprender
cómo su configuración y función dentro del texto, hacen que pese a todo, sigan
estando guiadas o figuradas dentro del marco de la razón ilustrada.
El individualismo
Tenemos en primer lugar la idea central
del individualismo, la cual está presente a lo largo de toda la acción de la
obra y se manifiesta tanto en la construcción del texto a nivel estructural
como en el tema mismo de éste. No hay una acción concreta que mueva los hilos
de la trama; se trata de un deseo
individual el que ha trazado el camino a seguir y mantiene la coherencia, como
un andamiaje en la construcción de un edificio.
Incluso el
concepto de ‘amor’ en Noches Lúgubres
muestra una pasión que es fruto de la interiorización individual, del
desarrollo personal de la imagen (Marchena, 2011, pp.14). Tediato es quien crea
a la amada en su discurso como un objeto ideal en el que vuelca sus
sentimientos. Esto se ve en la obra reiteradas veces, como en el siguiente
fragmento:
TEDIATO.-
[…] Desengañado de las visiones y fantasmas, duendes, espíritus y sombras, me
ayudará con firmeza a levantar la losa; haré el robo... ¡El robo! ¡Ay! Era mía;
sí, mía; yo, suyo.
Y hacia el final
del primer acto:
TEDIATO.-
[…] Objeto antiguo de mis delicias... ¡hoy objeto de horror para cuantos te
vean! montón de huesos asquerosos... ¡En otros tiempos conjunto de gracias!
¡Oh, tú, ahora imagen de lo que yo seré en breve!
Así
es como el carácter idealista de la imagen de la amada se transforma ya no en
una persona, sino en un concepto abstracto al que el individuo aspira e intenta
recuperar. El amor en la obra viene a complementar al individuo, convirtiéndose
por tanto en algo que éste espera que le construya y defina al alcanzarlo. En
términos lacanianos, la amada se convierte en el objet petit a; el objeto de deseo inalcanzable.
La naturaleza
Esta misma característica del sujeto
como eje central, también acaba por definir a la naturaleza, representando ésta
un rasgo más de la psique del
personaje. Refleja su ánimo y la situación que vive, así como ser un exponente
máximo de la tempestad de sus emociones. Sin embargo, la construcción de la
natura dentro de Noches Lúgubres corresponde
a un especio que si bien, adecuado para el quebranto de las reglas y que brinda
libertad, es también amenazador para el protagonista. No es un espacio
‘cómplice’ de Tediato, o plácido; el mismo personaje marca esta distancia al no
hacerlo en ningún momento oidor de sus desdichas, como seria en el bucolismo
que podía observarse la relación del poeta con el río, sino en un cronotopo de
tipo gótico que lo envuelve en una suerte de terror y horror.
Aquí
hay que remarcar el carácter terrorífico que pinta la noche, pues “Según Anne
Radcliffe, el terror se define como un sentimiento que implica ‘incertidumbre y
oscuridad’ que despierta las facultades, mientras que el horror ‘paraliza y
casi aniquila’ [dichas facultades] incluyendo también cierta dosis de aversión”
(Solaz, pp.14) que es justamente lo que vemos en las descripciones que hace
Tediato de la noche en el primer acto:
TEDIATO.-
¡Qué noche! La oscuridad, el silencio pavoroso, interrumpido por los lamentos
que se oyen en la vecina cárcel, completan la tristeza de mi corazón. El cielo
también se conjura contra mi quietud, si alguna me quedara. El nublado crece.
La luz de esos relámpagos..., ¡qué horrorosa! Ya truena. Cada trueno es mayor
que el que le antecede, y parece producir otro más cruel.
De
aquí, hemos de resaltar dos cosas: 1) la noche como elemento que viene a turbar
más al personaje, en lugar de aquietarlo o de convertirse en cómplice de su
desdicha; 2) el horror que produce el trueno y en consecuencia, la luz que
rompe la oscuridad de la noche, que abordaré más adelante. Poco después, puede leerse
en la misma voz de Tediato:
TEDIATO.-
Lorenzo no viene. ¿Vendrá, acaso? ¡Cobarde! ¿Le espantará este aparato que
Naturaleza le ofrece? No ve lo interior de mi corazón... ¡Cuánto más se
horrorizaría!
Como rasgo
diferenciador de la obra, la naturaleza tiene que ver con la alterada
percepción de los personajes. Tediato mismo es consciente de que su manera de
percibir la naturaleza y el mundo está marcado por su ánimo, más que el hecho
de que el mundo pueda ser como él lo percibe, pues aunque al inicio remarque el
gran cambio en el mundo al expresarse con la frase “todo ha cambiado en el mundo, todo; menos yo”, más adelante pone de
manifiesta la causa de su anómala percepción como “el sueño de la razón”.
TEDIATO.- ¡Necio! Lo que te espanta es tu misma sombra
con la mía. Nacen de la postura de nuestros cuerpos respecto de aquella
lámpara. Si el otro mundo abortase esos prodigiosos entes a quienes nadie ha
visto, y de quienes todos hablan, sería el bien o el mal que nos traerían
siempre inevitable. Nunca los he hallado: los he buscado.
LORENZO.- Si los vieras...
TEDIATO.- Aún no creería a mis ojos. Juzgara tales
fantasmas monstruos producidos por una fantasía llena de tristeza: ¡fantasía
humana!, ¡fecunda sólo en quimeras, ilusiones y objetos de terror! La mía me
los ofrece tremendos en estas circunstancias... Casi bastan a apartarme de mi
empresa.
Aunque
se podría ahondar en el tema, éste da para su propio y extenso estudio.
Concluyo con que la caracterización de la naturaleza de la obra corresponde a la
imagen que el personaje percibe, la cual es diferente al espíritu romántico que
convierte al personaje en el dios transformador de la natura y lo compenetra
con ella; en éste caso es el personaje aún un ser pasivo sobre el cual ésta
actúa sin que pueda controlarla. Tadiato dice expresamente “El cielo también se
conjura contra mi quietud”, con lo cual se entiende que a diferencia del
romanticismo, en el cual la noche tiene una connotación positiva y resulta
armónica y apreciada para los personajes, en el caso de la presente obra tal
armonía no llega a darse. A pesar de esto, no puede olvidarse el papel del
individualismo en la misma concepción de la naturaleza; dado que es el
personaje quien, en su discurso, nos muestra el mundo tal cual lo ve a raíz de
su estado de ánimo.
Esto nos lleva
al siguiente aspecto en el cual el egotismo del personaje es también central.
La narración
El texto en sí está compuesto, más que
como una obra de teatro, como un diálogo, aunque tampoco pueda ser considerado
como tal, dadas las características tan particulares que posee. Tediato
funciona como una especie de narrador de sí mismo y las acciones que ocurren
nos son referidas a través de sus palabras, no sólo el pasado, sino el
presente, como se puede observar en el siguiente fragmento:
TEDIATO.-
[…] Pero ¿qué voces se oyen? Muere, muere, dice una de ellas. ¡Qué me matan!,
dice otra voz. Hacia mí vienen corriendo varios hombres. ¿Qué haré? ¿Qué veo?
El uno cae herido al parecer... Los otros huyen retrocediendo por donde han venido.
Hasta mis plantas viene batallando con las ansias de la muerte. ¿Quién eres?
¿Quién eres? ¿Quiénes son los que te siguen? ¿No respondes? El torrente de
sangre que arroja por boca y por herida me mancha todo... Es muerto, ha
expirado asido de mi pierna. Siento pasos a este otro lado. Mucha gente llega;
el aparato es de ser comitiva de la justicia.
Como
bien menciona Juan Rodríguez, “[Noche
lúgubres] ultrapasa el género estricto del diálogo tradicional e incorpora
elementos de dramatización y un importante uso del monólogo” (J. Rodríguez, De la ilustración, pp.42). De esta misma
forma podemos encontrar, no solo descripciones de momentos como en el fragmento
anterior, sino monólogos extensos en los cuales lo que prima es el sentir y
pensar del yo. Miguel Lama, menciona,
en su trabajo Las Noches Lúgubres de
Cadalso, o el teatro a oscuras que los fragmentos están estructurados de
tal forma, que la obra podría amoldarse mejor a una moderna difusión
radiofónica que a una representación teatral. Incluso, a pesar de que es
básicamente un diálogo, no existe otra voz que la de Tediato, siendo la función
de la voz de Lorenzo la de guiar la conversación, pero las sentencias y
reflexiones son todas de la voz del protagonista, es Tediato quien se
interioriza y quien devela el mundo.
No
obstante, incluso en la narración de los hechos y los monólogos, Tediato se
presenta como un ente pasivo ante el mundo, que es el que actúa sobre él y no
al contrario. Esto lo podemos apreciar cuando la noche lo aterroriza, en la
visión de la iglesia y en el encarcelamiento por un crimen del cual no es
culpable.
La razón ante que las emociones
Observando las manifestaciones del
Individualismo en Noches Lúgubres,
que puede ser seguido entre las características que más resaltan dentro de la
obra, tanto en contenido como forma, considero que es posible observar los
matices de este individualismo con
respecto al individualismo romántico, siendo la principal, que, pese a lo
emocional y sentimental, la razón es la guía de las acciones y nunca deja de
estar presente en la obra o en el pensamiento de Tediato.
A
lo largo de toda la obra, Tediato hace uso de la razón para explicar las
circunstancias paranormales que vive, cosa que puede observarse especialmente
en la escena dentro del templo en el primer acto:
TEDIATO.- Oí una especie de resuello no muy libre.
Procurando tentar, conocí que el cuerpo del bulto huía de mi tacto: mis dedos
parecían mojados en sudor frío y asqueroso; y no hay especie de monstruo, por
horrendo, extravagante e inexplicable que sea, que no se me presentase. Pero
¿qué es la razón humana, si no sirve para vencer a todos los objetos, y aun a
sus mismas flaquezas? Vencí todos esos espantos; pero la primera impresión que
hicieron; el llanto derramado antes de la aparición; la falta de alimento; la
frialdad de la noche; y el dolor que tantos días antes rasgaba mi corazón, me
pusieron en tal estado de debilidad, que caí desmayado en el mismo hoyo de donde
había salido el objeto terrible.
Y
aquí justamente puede resaltarse el hecho de que, aun narrando sobre una
aparición, sobre algo que desconoce, Tediato no deja en ningún momento de
buscar una explicación lógica, racional.
Más aun, es importante el que incluso la causa de su desmayo fue adjudicada no
a una emoción, como el miedo, sino a causas naturales consecuentes de la
lógica: falta de alimento, fatiga, frío.
Más
adelante, con la pista que da Lorenzo sobre la pérdida de su mastín esa noche,
Tediato es capaz de armar el rompecabezas, por medio de los principios del
razonamiento nacidos a raíz de la ilustración: análisis, crítica y predicción.
Esto es parte fundamental de la obra, dado que Tediato usa su razón para explicar el mundo y la serie
de fenómenos que le rodean. Tampoco, se pueden ignorar las fuertes críticas
existentes en la obra, tanto en la corrupción de la Justicia y la Iglesia como
la que hace a las relaciones personales, como se muestra en la siguiente
escena:
LORENZO.- Ya he empezado a alzar la losa de la tumba.
Pesa infinito. ¡Si verás en ella a tu padre! Mucho cariño le tienes cuando por
verle pasas una noche tan dura... Pero ¡el amor de hijo! Mucho merece un padre.
TEDIATO.- ¡Un padre! ¿Por qué? Nos engendran por su
gusto, nos crían por obligación, nos educan para que
los sirvamos, nos
casan para perpetuar
sus nombres, nos
corrigen por caprichos,
nos desheredan por injusticia, nos abandonan por vicios suyos.
LORENZO.- Será tu madre... Mucho debemos a una madre.
TEDIATO.- Aún
menos que al
padre. Nos engendran
también por su
gusto, tal vez
por su incontinencia. Nos niegan
el alimento de la leche, que Naturaleza
las dio para este único y sagrado fin, nos vician con su mal ejemplo, nos
sacrifican a sus intereses, nos hurtan las caricias que nos deben y las
depositan en un perro o en un pájaro.
LORENZO.- ¿Algún hermano tuyo te fue tan unido que
vienes a visitar los huesos?
TEDIATO.- ¿Qué hermano conocerá la fuerza de esta voz?
Un año más de edad, algunas letras de diferencia en
el nombre, igual
esperanza de gozar
un bien de
dudoso derecho y
otras cosas semejantes imprimen
tal odio en los hermanos que parecen
fieras de distintas especies y no frutos de un vientre mismo.
LORENZO.- Ya caigo en lo que puede ser: aquí yace sin
duda algún hijo que se te moriría en lo más tierno de su edad.
TEDIATO.- ¡Hijos!
¡Sucesión! Éste que
antes era tesoro
con que Naturaleza
regalaba a sus favorecidos, es hoy un azote con que no
debiera castigar sino a los malvados. ¿Qué es un hijo? Sus primeros años...,
un retrato horrendo
de la miseria
humana. Enfermedad, flaqueza,
estupidez, molestia y asco... Los siguientes años..., un dechado de los
vicios de los brutos, poseídos en más alto grado..., lujuria,
gula, inobediencia... Más
adelante, un pozo
de horrores infernales..., ambición, soberbia, envidia, codicia,
venganza, traición y malignidad; pasando de ahí... Ya no se mira el hombre como
hermano de los otros, sino como a un ente supernumerario en el mundo. Créeme,
Lorenzo, créeme. Tú sabrás
cómo son los muertos,
pues son el objeto de tu trato...;
yo sé lo que
son los vivos... Entre ellos me
hallo con demasiada frecuencia... Éstos son..., no..., no hay otros; todos a cual
peor... Yo sería peor que todos ellos si me hubiera dejado arrastrar de sus
ejemplos.
LORENZO.- ¡Qué cuadro el que pintas!
TEDIATO.- La Naturaleza es el original; no adulo, pero
tampoco la agravio. No te canses,
Lorenzo. Nada significan esas voces que oyes de padre, madre, hermano, hijo y
otras tales; y si significan el carácter que vemos en los que así se llaman, no
quiero ser ni tener hijo, hermano, padre, madre, ni me quiero a mí mismo , pues
algo he de ser de todo esto.
LORENZO.- No me queda que preguntarte más que una cosa;
y es, a saber, si buscas el cadáver de algún amigo.
TEDIATO.- ¿Amigo? ¿Eh? ¿Amigo? ¡Qué necio eres!
LORENZO.- ¿Por qué?
TEDIATO.- Sí;
necio eres, y
mereces compasión, si
crees que esa
voz tenga el
menor sentido. ¡Amigos! ¡Amistad!
Esa virtud sola haría feliz a todo el género humano. Desdichados son los
hombres desde el día
que la desterraron o
que ella los
abandonó. Su falta
es el origen
de todas las turbulencias de la sociedad.
Todos quieren parecer
amigos; nadie lo es. En
los hombres, la apariencia
de la amistad
es lo que
en las mujeres
el afeite y
composturas. Belleza fingida
y engañosa... Nieve que cubre
un muladar... Darse
las manos y
rasgarse los corazones; ésta
es la amistad que reina. No te
canses; no busco el cadáver de persona alguna de los que puedes juzgar. Ya no
es cadáver.
Pero,
continuando con las vistas de la razón dentro de la obra, podemos encontrarla
encarnada en Lorenzo también, no como una razón ilustrada, no la erudición,
sino la razón práctica del mundo. Desde ésta perspectiva, podemos entender los
diálogos de Tediato con Lorenzo como un intento de enfrentamiento entre la
razón corrompida por el sentimiento pesimista que invade a Tediato, con una
razón instrumentalista y cruda que busca satisfacer sus necesidades, en este
caso de alimento y hogar por medio del dinero de Lorenzo. Denótese la crudeza
de dicha razón en el siguiente ejemplo:
LORENZO.-
[…] Nunca temblé. Puse sus cadáveres entre otros muchos ya corruptos, rasgué
sus vestiduras en busca de alguna alhaja de valor; apisoné con fuerza y sin
asco sus fríos miembros […]
Y el total
pesimismo de Tediato con respecto al mundo.
TEDIATO.- Tan despreciables son para mí muertos como
vivos, en el sepulcro como en el mundo, podridos como triunfantes, llenos de
gusanos como rodeados de aduladores... No me distraigas... Vamos, te digo otra
vez, a nuestra empresa.
Aunque
no en toda la obra es reconocible la razón como un elemento favorable; frente
un suceso como la muerte de la amada, la razón se vuelve inútil, pues va más
allá de lo enteramente razonable, es una cuestión emocional que el raciocinio debe controlar, mas no puede
comprender.
La
razón sirve para explicar el mundo y lo hace, pero en varias ocasiones Tediato
intenta evitar conocer las cosas desde la lógica de la razón; por ejemplo, en
su temor a la luz de los relámpagos, que iluminan la noche en breve instante,
mostrando la realidad cognoscible, pero cuyo conocimiento horroriza al
personaje; también durante la noche, cuando la luna es vista y el protagonista
dice:
TEDIATO.-
[…] ¡Triste de mí! Soy el solo viviente a quien sus rayos [del sol] no
consuelan. Aun la noche, cuya tardanza me hacía tan insufrible la presencia del
sol, es menos gustosa, porque en algo se parece al día. No está tan oscura como
yo quisiera. ¡La luna! ¡Ah, luna! Escóndete, no mires en este puesto al más
infeliz mortal.
Señalo
este monólogo al inicio de la segunda noche, por la caracterización que hace
Tediato del sol, al que soportó durante el día, cuyos rayos no consuelan y me
remito a las palabras de Samuel Monder “un universo carente de sentido es
quizás peor que uno poblado de fantasmas” (Monder, 2007, pp.19) y bajo la luz
del sol es justo a este tipo de universo al que se enfrenta el protagonista.
El
problema del personaje protagonista con la razón no es solo la negación a una
verdad que no desea conocer con respecto a su amada (aceptar su muerte, su
pérdida); sino que, como ya he mencionado antes, existe un diálogo entre la
razón ilustrada encarnada en Tediato, con la razón instrumental que tiene
cabida en Lorenzo y en el resto de la sociedad. Tediato se opone tanto al
mecanicismo de una razón fría como a la crueldad de la razón instrumental, a
pesar de la necesidad de ambas, que de una forma u otra no dejan de estar
presentes en él.
¿Pero
cuál es la razón que prima en Tediato? Como dije en el inicio del trabajo, una
suerte de racionalismo sentimental,
guiado por las emociones pero desechando aquello supersticioso y falso. ¿De qué
otra forma hubiera sido posible su proceder en la obra? Como menciona Marchena
“El ilustrado podría haber racionalizado su conducta para deshacerse del dolor,
y el romántico se hubiera suicidado sin más, pero el proyecto de exhumar y
raptar el cuerpo y quemarse vivo junto a ella, resulta del estado intermedio de
planificación racional guiada por el sentimiento desbocado”. (Marchena, 15)
El
individualismo es la perspectiva desde la que nos es mostrado el mundo, vemos a
través de los ojos de Tediato, comprendemos su forma de amor, su percepción
anómala de la naturaleza nublada por sus sentimientos y, sin embargo,
encontramos los fundamentos de la razón así como una resolución a través de la
comprensión del dolor humano universal, representados en Lorenzo y una crítica
a la realidad muy propia del pensamiento ilustrado, que no es posible ignorar,
como tampoco lo sería la totalidad de los elementos que se han amalgamado en
esta obra para posicionarla dentro del periodo de transición, siendo una
simiente del romanticismo dentro de la flor neoclásica.
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