domingo, 23 de noviembre de 2014

Noches Lúgubres, un texto revolucionario y anticipatorio

Noches Lúgubres, un texto revolucionario y anticipatorio

Javiera Victoria Navarro Romero

La obra de José Cadalso, Noches Lúgubres, fue publicada entre diciembre de 1789 y enero de 1780 por entregas dentro del Correo de Madrid. La historia relata, a grandes rasgos, tres noches en las cuales Tediato intenta exhumar a la amada con el propósito de llevarla a casa y quemarse vivo junto con ella. En esta época, lo que caracterizaba a sus obras literarias era el tenor neoclasicista que traía la ilustración. Lo que predominaba era la razón, obras que tuvieran un fin didáctico-moral, con un lenguaje depurado, que desterraban los términos familiares o pintorescos, inclusive en géneros como la poesía, buscando la mayor sencillez y claridad en el lenguaje.
            El objetivo de este trabajo, consiste en demostrar la pertenencia de esta obra como texto revolucionario y anticipatorio del romanticismo. Hay muchas características dentro de la obra que han hecho que sea considerada como tal, como lo es la presencia del individualismo, la falta de enseñanza para el lector y el tan conocido tópico de la noche como espacio intimista, por lo cual encajarla dentro de la literatura neoclasicista de su época sería un error y eso es innegable.

Un brote romántico en la flor neoclásica

Noche lúgubres se encaja dentro de una clasificación denominada “racionalismo sentimental”, que engloba las ideas propias del neoclasicismo pero enfocada y amalgamada con tendencias sentimentales, que más adelante se conocerían como propias del romanticismo. Es una obra que nos presenta una unión entre la razón y los sentimientos que en apariencia, suelen considerarse inmiscibles. Pero para poder afirmar esto, primero es necesario reconocer aquellos elementos considerados comúnmente como románticos y comprender cómo su configuración y función dentro del texto, hacen que pese a todo, sigan estando guiadas o figuradas dentro del marco de la razón ilustrada.

El individualismo

Tenemos en primer lugar la idea central del individualismo, la cual está presente a lo largo de toda la acción de la obra y se manifiesta tanto en la construcción del texto a nivel estructural como en el tema mismo de éste. No hay una acción concreta que mueva los hilos de la trama; se trata de un deseo individual el que ha trazado el camino a seguir y mantiene la coherencia, como un andamiaje en la construcción de un edificio.
Incluso el concepto de ‘amor’ en Noches Lúgubres muestra una pasión que es fruto de la interiorización individual, del desarrollo personal de la imagen (Marchena, 2011, pp.14). Tediato es quien crea a la amada en su discurso como un objeto ideal en el que vuelca sus sentimientos. Esto se ve en la obra reiteradas veces, como en el siguiente fragmento:

TEDIATO.- […] Desengañado de las visiones y fantasmas, duendes, espíritus y sombras, me ayudará con firmeza a levantar la losa; haré el robo... ¡El robo! ¡Ay! Era mía; sí, mía; yo, suyo.

Y hacia el final del primer acto:

TEDIATO.- […] Objeto antiguo de mis delicias... ¡hoy objeto de horror para cuantos te vean! montón de huesos asquerosos... ¡En otros tiempos conjunto de gracias! ¡Oh, tú, ahora imagen de lo que yo seré en breve!

            Así es como el carácter idealista de la imagen de la amada se transforma ya no en una persona, sino en un concepto abstracto al que el individuo aspira e intenta recuperar. El amor en la obra viene a complementar al individuo, convirtiéndose por tanto en algo que éste espera que le construya y defina al alcanzarlo. En términos lacanianos, la amada se convierte en el objet petit a; el objeto de deseo inalcanzable.

La naturaleza

Esta misma característica del sujeto como eje central, también acaba por definir a la naturaleza, representando ésta un rasgo más de la psique del personaje. Refleja su ánimo y la situación que vive, así como ser un exponente máximo de la tempestad de sus emociones. Sin embargo, la construcción de la natura dentro de Noches Lúgubres corresponde a un especio que si bien, adecuado para el quebranto de las reglas y que brinda libertad, es también amenazador para el protagonista. No es un espacio ‘cómplice’ de Tediato, o plácido; el mismo personaje marca esta distancia al no hacerlo en ningún momento oidor de sus desdichas, como seria en el bucolismo que podía observarse la relación del poeta con el río, sino en un cronotopo de tipo gótico que lo envuelve en una suerte de terror y horror.
            Aquí hay que remarcar el carácter terrorífico que pinta la noche, pues “Según Anne Radcliffe, el terror se define como un sentimiento que implica ‘incertidumbre y oscuridad’ que despierta las facultades, mientras que el horror ‘paraliza y casi aniquila’ [dichas facultades] incluyendo también cierta dosis de aversión” (Solaz, pp.14) que es justamente lo que vemos en las descripciones que hace Tediato de la noche en el primer acto:

TEDIATO.- ¡Qué noche! La oscuridad, el silencio pavoroso, interrumpido por los lamentos que se oyen en la vecina cárcel, completan la tristeza de mi corazón. El cielo también se conjura contra mi quietud, si alguna me quedara. El nublado crece. La luz de esos relámpagos..., ¡qué horrorosa! Ya truena. Cada trueno es mayor que el que le antecede, y parece producir otro más cruel.

            De aquí, hemos de resaltar dos cosas: 1) la noche como elemento que viene a turbar más al personaje, en lugar de aquietarlo o de convertirse en cómplice de su desdicha; 2) el horror que produce el trueno y en consecuencia, la luz que rompe la oscuridad de la noche, que abordaré más adelante. Poco después, puede leerse en la misma voz de Tediato:

TEDIATO.- Lorenzo no viene. ¿Vendrá, acaso? ¡Cobarde! ¿Le espantará este aparato que Naturaleza le ofrece? No ve lo interior de mi corazón... ¡Cuánto más se horrorizaría!

Como rasgo diferenciador de la obra, la naturaleza tiene que ver con la alterada percepción de los personajes. Tediato mismo es consciente de que su manera de percibir la naturaleza y el mundo está marcado por su ánimo, más que el hecho de que el mundo pueda ser como él lo percibe, pues aunque al inicio remarque el gran cambio en el mundo al expresarse con la frase “todo ha cambiado en el mundo, todo; menos yo”, más adelante pone de manifiesta la causa de su anómala percepción como “el sueño de la razón”.

TEDIATO.-  ¡Necio! Lo que te espanta es tu misma sombra con la mía. Nacen de la postura de nuestros cuerpos respecto de aquella lámpara. Si el otro mundo abortase esos prodigiosos entes a quienes nadie ha visto, y de quienes todos hablan, sería el bien o el mal que nos traerían siempre inevitable. Nunca los he hallado: los he buscado.
LORENZO.-  Si los vieras...
TEDIATO.-  Aún no creería a mis ojos. Juzgara tales fantasmas monstruos producidos por una fantasía llena de tristeza: ¡fantasía humana!, ¡fecunda sólo en quimeras, ilusiones y objetos de terror! La mía me los ofrece tremendos en estas circunstancias... Casi bastan a apartarme de mi empresa.

            Aunque se podría ahondar en el tema, éste da para su propio y extenso estudio. Concluyo con que la caracterización de la naturaleza de la obra corresponde a la imagen que el personaje percibe, la cual es diferente al espíritu romántico que convierte al personaje en el dios transformador de la natura y lo compenetra con ella; en éste caso es el personaje aún un ser pasivo sobre el cual ésta actúa sin que pueda controlarla. Tadiato dice expresamente “El cielo también se conjura contra mi quietud”, con lo cual se entiende que a diferencia del romanticismo, en el cual la noche tiene una connotación positiva y resulta armónica y apreciada para los personajes, en el caso de la presente obra tal armonía no llega a darse. A pesar de esto, no puede olvidarse el papel del individualismo en la misma concepción de la naturaleza; dado que es el personaje quien, en su discurso, nos muestra el mundo tal cual lo ve a raíz de su estado de ánimo.
Esto nos lleva al siguiente aspecto en el cual el egotismo del personaje es también central.

La narración

El texto en sí está compuesto, más que como una obra de teatro, como un diálogo, aunque tampoco pueda ser considerado como tal, dadas las características tan particulares que posee. Tediato funciona como una especie de narrador de sí mismo y las acciones que ocurren nos son referidas a través de sus palabras, no sólo el pasado, sino el presente, como se puede observar en el siguiente fragmento:

TEDIATO.- […] Pero ¿qué voces se oyen? Muere, muere, dice una de ellas. ¡Qué me matan!, dice otra voz. Hacia mí vienen corriendo varios hombres. ¿Qué haré? ¿Qué veo? El uno cae herido al parecer... Los otros huyen retrocediendo por donde han venido. Hasta mis plantas viene batallando con las ansias de la muerte. ¿Quién eres? ¿Quién eres? ¿Quiénes son los que te siguen? ¿No respondes? El torrente de sangre que arroja por boca y por herida me mancha todo... Es muerto, ha expirado asido de mi pierna. Siento pasos a este otro lado. Mucha gente llega; el aparato es de ser comitiva de la justicia.

            Como bien menciona Juan Rodríguez, “[Noche lúgubres] ultrapasa el género estricto del diálogo tradicional e incorpora elementos de dramatización y un importante uso del monólogo” (J. Rodríguez, De la ilustración, pp.42). De esta misma forma podemos encontrar, no solo descripciones de momentos como en el fragmento anterior, sino monólogos extensos en los cuales lo que prima es el sentir y pensar del yo. Miguel Lama, menciona, en su trabajo Las Noches Lúgubres de Cadalso, o el teatro a oscuras que los fragmentos están estructurados de tal forma, que la obra podría amoldarse mejor a una moderna difusión radiofónica que a una representación teatral. Incluso, a pesar de que es básicamente un diálogo, no existe otra voz que la de Tediato, siendo la función de la voz de Lorenzo la de guiar la conversación, pero las sentencias y reflexiones son todas de la voz del protagonista, es Tediato quien se interioriza y quien devela el mundo.
            No obstante, incluso en la narración de los hechos y los monólogos, Tediato se presenta como un ente pasivo ante el mundo, que es el que actúa sobre él y no al contrario. Esto lo podemos apreciar cuando la noche lo aterroriza, en la visión de la iglesia y en el encarcelamiento por un crimen del cual no es culpable.

La razón ante que las emociones

Observando las manifestaciones del Individualismo en Noches Lúgubres, que puede ser seguido entre las características que más resaltan dentro de la obra, tanto en contenido como forma, considero que es posible observar los matices de este individualismo con respecto al individualismo romántico, siendo la principal, que, pese a lo emocional y sentimental, la razón es la guía de las acciones y nunca deja de estar presente en la obra o en el pensamiento de Tediato.
            A lo largo de toda la obra, Tediato hace uso de la razón para explicar las circunstancias paranormales que vive, cosa que puede observarse especialmente en la escena dentro del templo en el primer acto:

TEDIATO.-  Oí una especie de resuello no muy libre. Procurando tentar, conocí que el cuerpo del bulto huía de mi tacto: mis dedos parecían mojados en sudor frío y asqueroso; y no hay especie de monstruo, por horrendo, extravagante e inexplicable que sea, que no se me presentase. Pero ¿qué es la razón humana, si no sirve para vencer a todos los objetos, y aun a sus mismas flaquezas? Vencí todos esos espantos; pero la primera impresión que hicieron; el llanto derramado antes de la aparición; la falta de alimento; la frialdad de la noche; y el dolor que tantos días antes rasgaba mi corazón, me pusieron en tal estado de debilidad, que caí desmayado en el mismo hoyo de donde había salido el objeto terrible.

            Y aquí justamente puede resaltarse el hecho de que, aun narrando sobre una aparición, sobre algo que desconoce, Tediato no deja en ningún momento de buscar una explicación lógica, racional. Más aun, es importante el que incluso la causa de su desmayo fue adjudicada no a una emoción, como el miedo, sino a causas naturales consecuentes de la lógica: falta de alimento, fatiga, frío.
            Más adelante, con la pista que da Lorenzo sobre la pérdida de su mastín esa noche, Tediato es capaz de armar el rompecabezas, por medio de los principios del razonamiento nacidos a raíz de la ilustración: análisis, crítica y predicción. Esto es parte fundamental de la obra, dado que Tediato usa su razón para explicar el mundo y la serie de fenómenos que le rodean. Tampoco, se pueden ignorar las fuertes críticas existentes en la obra, tanto en la corrupción de la Justicia y la Iglesia como la que hace a las relaciones personales, como se muestra en la siguiente escena:

LORENZO.-  Ya he empezado a alzar la losa de la tumba. Pesa infinito. ¡Si verás en ella a tu padre! Mucho cariño le tienes cuando por verle pasas una noche tan dura... Pero ¡el amor de hijo! Mucho merece un padre.
TEDIATO.-  ¡Un padre! ¿Por qué? Nos engendran por su gusto, nos crían por obligación, nos educan para  que  los  sirvamos,  nos  casan  para  perpetuar  sus  nombres,  nos  corrigen  por  caprichos,  nos desheredan por injusticia, nos abandonan por vicios suyos.
LORENZO.-  Será tu madre... Mucho debemos a una madre.
TEDIATO.-  Aún  menos  que  al  padre.  Nos  engendran  también  por  su  gusto,  tal  vez  por  su incontinencia. Nos niegan el alimento de   la leche, que Naturaleza las dio para este único y sagrado fin, nos vician con su mal ejemplo, nos sacrifican a sus intereses, nos hurtan las caricias que nos deben y las depositan en un perro o en un pájaro.
LORENZO.-  ¿Algún hermano tuyo te fue tan unido que vienes a visitar los huesos?
TEDIATO.-  ¿Qué hermano conocerá la fuerza de esta voz? Un año más de edad, algunas letras de diferencia  en  el  nombre,  igual  esperanza  de  gozar  un  bien  de  dudoso  derecho  y  otras  cosas semejantes imprimen tal odio en los   hermanos que parecen fieras de distintas especies y no frutos de un vientre mismo.
LORENZO.-  Ya caigo en lo que puede ser: aquí yace sin duda algún hijo que se te moriría en lo más tierno de su edad.
TEDIATO.-  ¡Hijos!  ¡Sucesión!  Éste  que  antes  era  tesoro  con  que  Naturaleza  regalaba  a  sus favorecidos, es hoy un azote con que no debiera castigar sino a los malvados. ¿Qué es un hijo? Sus primeros  años...,  un  retrato  horrendo  de  la  miseria  humana.  Enfermedad,  flaqueza,  estupidez, molestia y asco... Los siguientes años..., un dechado de los vicios de los brutos, poseídos en más alto grado...,  lujuria,  gula,  inobediencia...  Más  adelante,  un  pozo  de  horrores  infernales...,  ambición, soberbia, envidia, codicia, venganza, traición y malignidad; pasando de ahí... Ya no se mira el hombre como hermano de los otros, sino como a un ente supernumerario en el mundo. Créeme, Lorenzo, créeme.  Tú  sabrás  cómo son  los  muertos,  pues son  el objeto  de  tu  trato...;  yo  sé  lo que  son  los vivos... Entre ellos me hallo con demasiada frecuencia... Éstos son..., no..., no hay otros; todos a cual peor... Yo sería peor que todos ellos si me hubiera dejado arrastrar de sus ejemplos.
LORENZO.-  ¡Qué cuadro el que pintas!
TEDIATO.-  La Naturaleza es el original; no adulo, pero tampoco  la agravio. No te canses, Lorenzo. Nada significan esas voces que oyes de padre, madre, hermano, hijo y otras tales; y si significan el carácter que vemos en los que así se llaman, no quiero ser ni tener hijo, hermano, padre, madre, ni me quiero a mí mismo , pues algo he de ser de todo esto.
LORENZO.-  No me queda que preguntarte más que una cosa; y es, a saber, si buscas el cadáver de algún amigo.
TEDIATO.-  ¿Amigo? ¿Eh? ¿Amigo? ¡Qué necio eres!
LORENZO.-  ¿Por qué?
TEDIATO.-  Sí;  necio  eres,  y  mereces  compasión,  si  crees  que  esa  voz  tenga  el  menor  sentido. ¡Amigos! ¡Amistad! Esa virtud sola haría feliz a todo el género humano. Desdichados son los hombres desde  el  día  que  la desterraron  o  que  ella  los  abandonó.  Su  falta  es  el  origen  de  todas  las turbulencias  de  la  sociedad.  Todos  quieren  parecer  amigos;  nadie  lo  es.  En  los  hombres,  la apariencia  de  la  amistad  es  lo  que  en  las  mujeres  el  afeite  y  composturas.  Belleza  fingida  y engañosa...  Nieve que  cubre  un  muladar...  Darse  las  manos  y  rasgarse los corazones; ésta  es  la amistad que reina. No te canses; no busco el cadáver de persona alguna de los que puedes juzgar. Ya no es cadáver.
 
            Pero, continuando con las vistas de la razón dentro de la obra, podemos encontrarla encarnada en Lorenzo también, no como una razón ilustrada, no la erudición, sino la razón práctica del mundo. Desde ésta perspectiva, podemos entender los diálogos de Tediato con Lorenzo como un intento de enfrentamiento entre la razón corrompida por el sentimiento pesimista que invade a Tediato, con una razón instrumentalista y cruda que busca satisfacer sus necesidades, en este caso de alimento y hogar por medio del dinero de Lorenzo. Denótese la crudeza de dicha razón en el siguiente ejemplo:

LORENZO.- […] Nunca temblé. Puse sus cadáveres entre otros muchos ya corruptos, rasgué sus vestiduras en busca de alguna alhaja de valor; apisoné con fuerza y sin asco sus fríos miembros […]

Y el total pesimismo de Tediato con respecto al mundo.

TEDIATO.-  Tan despreciables son para mí muertos como vivos, en el sepulcro como en el mundo, podridos como triunfantes, llenos de gusanos como rodeados de aduladores... No me distraigas... Vamos, te digo otra vez, a nuestra empresa.

            Aunque no en toda la obra es reconocible la razón como un elemento favorable; frente un suceso como la muerte de la amada, la razón se vuelve inútil, pues va más allá de lo enteramente razonable, es una cuestión emocional que el raciocinio debe controlar, mas no puede comprender.
            La razón sirve para explicar el mundo y lo hace, pero en varias ocasiones Tediato intenta evitar conocer las cosas desde la lógica de la razón; por ejemplo, en su temor a la luz de los relámpagos, que iluminan la noche en breve instante, mostrando la realidad cognoscible, pero cuyo conocimiento horroriza al personaje; también durante la noche, cuando la luna es vista y el protagonista dice:

TEDIATO.- […] ¡Triste de mí! Soy el solo viviente a quien sus rayos [del sol] no consuelan. Aun la noche, cuya tardanza me hacía tan insufrible la presencia del sol, es menos gustosa, porque en algo se parece al día. No está tan oscura como yo quisiera. ¡La luna! ¡Ah, luna! Escóndete, no mires en este puesto al más infeliz mortal.

            Señalo este monólogo al inicio de la segunda noche, por la caracterización que hace Tediato del sol, al que soportó durante el día, cuyos rayos no consuelan y me remito a las palabras de Samuel Monder “un universo carente de sentido es quizás peor que uno poblado de fantasmas” (Monder, 2007, pp.19) y bajo la luz del sol es justo a este tipo de universo al que se enfrenta el protagonista.
            El problema del personaje protagonista con la razón no es solo la negación a una verdad que no desea conocer con respecto a su amada (aceptar su muerte, su pérdida); sino que, como ya he mencionado antes, existe un diálogo entre la razón ilustrada encarnada en Tediato, con la razón instrumental que tiene cabida en Lorenzo y en el resto de la sociedad. Tediato se opone tanto al mecanicismo de una razón fría como a la crueldad de la razón instrumental, a pesar de la necesidad de ambas, que de una forma u otra no dejan de estar presentes en él.

            ¿Pero cuál es la razón que prima en Tediato? Como dije en el inicio del trabajo, una suerte de racionalismo sentimental, guiado por las emociones pero desechando aquello supersticioso y falso. ¿De qué otra forma hubiera sido posible su proceder en la obra? Como menciona Marchena “El ilustrado podría haber racionalizado su conducta para deshacerse del dolor, y el romántico se hubiera suicidado sin más, pero el proyecto de exhumar y raptar el cuerpo y quemarse vivo junto a ella, resulta del estado intermedio de planificación racional guiada por el sentimiento desbocado”. (Marchena, 15)
            El individualismo es la perspectiva desde la que nos es mostrado el mundo, vemos a través de los ojos de Tediato, comprendemos su forma de amor, su percepción anómala de la naturaleza nublada por sus sentimientos y, sin embargo, encontramos los fundamentos de la razón así como una resolución a través de la comprensión del dolor humano universal, representados en Lorenzo y una crítica a la realidad muy propia del pensamiento ilustrado, que no es posible ignorar, como tampoco lo sería la totalidad de los elementos que se han amalgamado en esta obra para posicionarla dentro del periodo de transición, siendo una simiente del romanticismo dentro de la flor neoclásica.




Bibliografía
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